Los retos y los nuevos actores en la seguridad internacional

“Los retos y los nuevos actores en la seguridad internacional”
19 de Noviembre de 2019

Tras la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, la necesidad de replantear el concepto y la agenda de seguridad en el mundo, se tornó urgente. En 1994, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en preparación para la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social que tendría lugar un año después en Copenhague, publicó su conocido Informe sobre desarrollo humano en el que introdujo el concepto de la seguridad humana. Conforme a este planteamiento, la seguridad no es plausible exclusivamente por la vía militar, como tampoco las amenazas que sobre ella se ciernen provendrían exclusivamente de los Estados. Así, la noción militarista estato-céntrica tradicional de la seguridad característica de la guerra fría, fue cuestionada, urgiendo al mismo tiempo a la inclusión de otra serie de consideraciones, relacionadas directamente con el bienestar de las personas, en el entendido de que todo aquello que pudiera hacerles daño se erigiría, de facto, en una amenaza a la seguridad.

A partir de la publicación del informe del PNUD, la seguridad humana fue ampliamente debatida, tanto por los alcances como por los límites que enfrenta a la hora de la articulación de políticas públicas concretas. La culminación de la primera etapa de auge de la agenda de la seguridad humana fue la Cumbre del Milenio celebrada en el seno de Naciones Unidas en el año 2000, cuando el gobierno de Canadá prometió una propuesta para acotar y hacer operativo dicho concepto. Esta iniciativa llevó a la creación de un grupo de expertos que en diciembre de 2001 daría a conocer La responsabilidad de proteger, documento que limita la noción de la seguridad humana a situaciones vinculadas con los conflictos armados y las violaciones de los derechos humanos (freedom from fear).

Los ataques terroristas del 11 de septiembre de ese mismo año perpetrados contra Estados Unidos, asestaron, sin embargo, un golpe muy severo al debate en torno a la seguridad humana, toda vez que la visión restringida, militarista y estato-céntrica de la seguridad, regresó por sus fueros en la forma de gastos militares exacerbados; confrontaciones armadas sumamente costosas; aseguramiento de las fronteras; reforzamientos de los sistemas de inteligencia; etcétera. Una vez más se asumió que la seguridad sólo era posible por la vía de las armas, dejando de lado los debates de la década anterior en los que se reconocía la estrecha relación que existe entre el desarrollo y la ya citada seguridad. En los hechos, la seguridad humana fue una de las principales víctimas del 11 de septiembre de 2001.

En los siguientes años, sin embargo, la aparición de nuevos desafíos a la seguridad de las naciones en la forma de desastres naturales, epidemias, pandemias y hambrunas, llevaron a reconocer que era necesario reivindicar la agenda de seguridad humana, inclusive yendo más allá de los conflictos armados y las violaciones a los derechos humanos como causales de la inseguridad de las personas (freedom from want). Epidemias como el síndrome respiratorio agudo severo (SARS) de 2003, la influenza AH1N1 en 2009, el spindrome respiratorio severo de Medio Oriente (MERS) en 2012; el huracán Katrina de agosto de 2005; y la crisis alimentaria que se acentuó en 2008, dejaron en claro que el terrorismo es sólo una de numerosas amenazas a la seguridad internacional, y que todos los demás temas necesitan tanta o más atención que la que se prodiga a la red de al-Qaeda y/u otras organizaciones terroristas.

Así, hoy, al igual que en el informe del PNUD de 1994, el concepto de seguridad humana se vuelve a ampliar, en el entendido de que la atención a la libertad del temor poco puede avanzar cuando se desatiende la libertad de las necesidades, ni mucho menos cuando se deja de mirar a la libertad para vivir con dignidad.