La guerra comercial entre Estados Unidos de América vs México

“Momento Económico”
9 de Agosto de 2018

A partir del 1 de junio de 2018, cada vez que Superman ingrese a la Unión Americana, tendrá que pagar un arancel del 25 por ciento, que es el monto al que ascienden las medidas proteccionistas decretadas por el mandatario estadunidense, Donald Trump, en torno a las importaciones de acero. Asimismo, el aluminio pagará un arancel del 10 por ciento al pasar por las aduanas estadunidenses.

Los nuevos impuestos al acero y el aluminio que Estados Unidos compra al mundo, no son una sorpresa. Se sabía que la medida sería puesta en marcha tarde o temprano de cara a las dificultades que el sector siderúrgico del vecino país del norte ha venido experimentando, especialmente en lo que va del siglo. De hecho, en diciembre de 2001, 31 empresas siderúrgicas estaban en quiebra, razón por la que la Comisión de Comercio Internacional de EEUU recomendó al entonces Presidente George W. Bush imponer un arancel entre el 20 y el 40 por ciento a las importaciones de acero. Igual que hoy, los sindicatos y gobiernos de los estados del medio oeste de la Unión Americana, críticos electoralmente para el Partido Republicano, presionaron a favor de la medida. En aquel tiempo, México y Canadá -y países en desarrollo- quedaron exentos de la disposición, la cual estaba dirigida sobre todo a las exportaciones de acero de la Unión Europea, Japón, Corea del Sur, Rusia y la República Popular China (RP China). El 2 de marzo de 2002, Bush impuso un arancel del 30 por ciento a las importaciones de acero, las que ofrecieron al sector la protección más completa de su historia. El Presidente anunció que las restricciones se prolongarían por espacio de tres años. Empero, la medida fue abandonada a fines de 2003, tanto por razones internas como externas.

A nivel interno, los consumidores estadunidenses enfrentaron los altos costos del acero, producto de la escasez y de los aranceles referidos. Sin embargo, esos costos hicieron rentables nuevamente a las empresas estadunidenses aunque a costa del despido de muchos trabajadores que perdieron sus empleos como consecuencia de esta medida. En este sentido, es importante destacar que la rentabilidad recuperada por las empresas posiblemente parecería, al menos en parte, resultado de los despidos que de los aranceles en sí mismos. A nivel internacional, la respuesta de la Unión Europea, que amenazó con recurrir a todos los foros internacionales para denunciar el proteccionismo estadunidense, más el inicio de represalias comerciales contra productos estadunidenses, determinaron que la medida fuera abortada por temor a una guerra comercial y a fricciones mayores con los aliados de Washington, en momentos en que la guerra global contra el terrorismo requería de su apoyo. Es curioso: el arancel fue interpuesto con el argumento de salvaguardar la seguridad nacional estadunidense, y, posteriormente, fue eliminado argumentando igualmente las consecuencias que el desacuerdo con los aliados tendría para la seguridad nacional del vecino país del norte. ¡Qué cosas! ¿no?

Pues bien, el actual Presidente estadunidense Donald Trump una vez más ha recurrido a esta medida, sólo que con un porcentaje más bajo que el instaurado por Bush: 25 por ciento. Comenzó a aplicarla hace unos meses, exentando a México y Canadá, con quienes renegocia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Empero, a partir del 1 de junio, el arancel aplica a la totalidad de los socios comerciales de Estados Unidos, incluyendo, por supuesto, a México y Canadá. De entrada, la medida evidencia que el vecino país del norte tiene serios problemas de competitividad en el sector y que la medida decretada por Bush fue más un paliativo por razones políticas con fines electorales -en 2002 enfrentó, igual que hoy ocurre con Trump, elecciones de medio término- que una salvaguarda que haya resuelto los problemas que se buscaba resolver.