“Momento Económico”
11 de diciembre de 2008
En 2008 se conmemoran 60 años desde que la primera operación de mantenimiento de la paz (OMP) de Naciones Unidas, la llamada Organización de las Naciones Unidas para la Supervisión de la Tregua (UNTSO), fue habilitada. Desde entonces hasta hoy se crearon, al amparo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 63 operaciones de distinto tipo (16 en curso en el momento actual), incluyendo las que despliegan observadores militares y fuerzas de interposición, hasta las llamadas operaciones de imposición de la paz (peace enforcement), a un costo estimado de 54 mil millones de dólares y con un saldo de 2 493 víctimas fatales entre el personal militar y civil emplazado en las distintas misiones. Aun cuando hay numerosos organismos regionales que también desarrollan OMPs -y que tienen diferencias respecto a las que abandera Naciones Unidas-, la ONU se mantiene como el principal actor en este ámbito, a juzgar por el número de países que aportan efectivos militares y civiles (119 al 31 de mayo de 2008); y las cantidades de personal desplegado, con 74 076 tropas, 11 484 policías, 2 397 observadores militares, 5 177 civiles, 12 461 civiles locales, y 1 908 voluntarios de la ONU. En total, en las 16 OMPs actuales participan 107 503 personas, con un presupuesto anual (del 1° de julio de 2008 al 30 de junio de 2009) de 7 mil 100 millones de dólares (todos estos datos también corresponden al 31 de mayo de 2008). A manera de comparación, el presupuesto anual básico que posee la ONU –dado que las OMPs tienen un presupuesto aparte- es de 2 mil millones de dólares, situación que sugiere que las OMPs tienen una alta prioridad en la agenda internacional como mecanismo para la solución de los conflictos.
En esos 12 lustros, las OMPs han venido experimentando una serie de cambios, sobre todo al culminar la guerra fría, y especialmente en el transcurso de los 90s, con motivo de numerosos incidentes en que los llamados cascos azules o soldados de la paz se vieron involucrados en países como Somalia, Ruanda y en los Balcanes. La participación de la comunidad internacional con efectivos militares y personal civil en estas misiones también ha variado, siendo sobre todo los países en desarrollo los que actualmente proveen la mayor parte de los efectivos requeridos, con una presencia inconstante de las naciones más prósperas y/o las grandes potencias.
Pareciera que el recurso a las OMPs, sea o no bajo la bandera de la ONU, está de moda. Sin embargo, hay una diferencia importante entre las misiones desarrolladas por organismos como la Unión Europea, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), respecto a Naciones Unidas. Aquellas tienden a ser robustas, con personal sumamente calificado, y equipado con avanzadas tecnologías. En contraste, en la ONU, puesto que gran parte de sus efectivos militares y civiles provienen de países en desarrollo, las operaciones de imposición de la paz enfrentan obstáculos que pueden ir desde aspectos como el capital humano involucrado –lo que a su vez plantea dificultades en términos de interoperatividad, más las motivaciones que los llevan a participar como cascos azules, dado que la compensación económica en dólares que la ONU les proporciona es un elemento fundamental para convocarlos. Asimismo, el equipamiento con que cuentan, no es tan sofisticado y ello repercute en su desempeño en las misiones. La seguridad del personal desplegado es otra consideración importante, dado que si se involucra en misiones donde la violencia es extrema, su integridad física está en riesgo. Desde 1948 a la fecha han muerto 2 493 cascos azules al servicio de la ONU.
El costo de las OMPs es un asunto que requiere atención. Las misiones de paz de la ONU son cada vez más caras: baste mencionar que la Operación Híbrida de las Naciones Unidas/Unión Africana en Darfur (UNAMID) tiene un presupuesto aprobado para el período julio 2008-junio 2009 de mil 569 mil 255 millones de dólares, cifra cercana a los recursos básicos con los que opera Naciones Unidas.
Todos estos temas son importantes en el debate respecto a la pertinencia o no de que México participe con efectivos militares en las OMPs bajo la bandera de la ONU. Lamentablemente, el gobierno del Presidente Felipe Calderón no parece darle seguimiento al trabajo realizado en torno a estos tópicos, ni a la discusión en sí sobre las razones por las que el país debería o no participar en OMPs, con todo y que México fue electo como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas –órgano fundamental en la decisión de crear y dotar de mandato a las OMPs- para el período 2009-2010. En ese foro, México enfrentará no sólo el reto de decidir la extensión o conclusión de los mandatos de las OMPs en curso, sino también la creación de nuevas misiones y, naturalmente, habrá una presión para que se involucre con efectivos militares. Por eso es muy importante continuar con la valoración en torno a lo que implican las OMPs en la agenda de seguridad internacional y el lugar que ocupan o podrían ocupar en la doctrina de seguridad nacional de México.