“Momento Económico”
18 de julio de 1996
Los procesos de regionalización económica interestatal en el mundo no son nuevos. En el siglo XVII, por ejemplo, el mercantilismo fue precursor de los actuales regionalismos comerciales. Los franceses, los españoles, los holandeses y los británicos controlaban sistemas comerciales regionales. Claro que en la actualidad hay una diferencia cualitativa de los procesos de regionalización respecto a los de los imperios coloniales citados, en el entendido de que la decisión de pertenecer a un proceso de regionalización es, hasta cierto punto voluntaria, además de que los países o territorios que optan por involucrarse en una dinámica de ese tipo buscan obtener ventajas de esa asociación. Evidentemente, hoy el principio rector de los procesos de regionalización es la integración económica en oposición a la explotación económica colonial de siglos anteriores.
El debate actual en torno a la región y el regionalismo interestatales tiende a involucrar a agrupaciones de Estados-naciones que por diversas razones han convenido en la implantación de los mecanismos de la cooperación y la integración que les permitan, en última instancia, buscar la elevación de los niveles de vida de sus pueblos. Esto es especialmente visible en las regiones económicas que podrían ser consideradas como áreas geográficas caracterizadas por una estructura particular de sus actividades económicas y por un marcado grado de homogeneidad económica y social.
¿Por qué los países favorecen la regionalización intergubernamental? Se parte de la premisa de que plantea, entre otros, beneficios como
- La creación de las economías derivadas de la producción en gran escala (economías de escala).
- La intensificación de la competencia dentro del nuevo mercado ampliado
- La atenuación de los problemas de la balanza de pagos por el ahorro de divisas convertibles.
- La posibilidad de abordar las actividades que difícilmente podrían acometer determinados países individualmente por separado, por la escasa dimensión de sus mercados nacionales, la insuficiencia tecnológica, la incapacidad financiera, etcétera.
- El aumento del poder de negociación frente a terceros países o ciertas agrupaciones regionales, así como una formulación más coherente de la política económica.
- La ineludible necesidad a plazo medio o largo de introducir reformas estructurales que en el contexto de un statu quo nacional podrían aplazarse sine die.
- La posibilidad de conseguir, sobre la base de un rápido proceso de integración, una aceleración del desarrollo económico (no simplemente del crecimiento).
En este momento existen en el mundo más de un centenar de procesos de regionalización que en distintas magnitudes propician la interacción entre los Estados-naciones en áreas geográficas claramente delimitadas. México participa en diversos procesos, siendo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) el de más reciente creación -y mayor importancia-, si bien igualmente es miembro de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) y de la Asociación de Estados del Caribe, entre otras.
Uno de los desafíos para México y la comunidad internacional es la suerte del multilateralismo frente a la creciente preferencia, por parte de las naciones, por la creación de procesos de regionalización. ¿Abonará el regionalismo a la crisis del multilateralismo? La pregunta es muy relevante, considerando la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que a escasos años de su creación, experimenta dificultades para promover un comercio libre de obstáculos.