“Momento Económico”
19 de Enero de 2017
Tres son los grandes ejes de la relación bilateral entre México y Estados Unidos: comercio, migración y seguridad. En todos y cada uno de ellos, la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, promete tensiones. En el tema comercial, es inevitable la confrontación por la eliminación de lo que el mandatario del vecino país del norte califica como “el peor tratado comercial de la historia”, esto es, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TCAN), el cual entró en vigor el 1 de enero de 1994 y que, a la fecha, ha tenido muy pocas modificaciones. Trump se cansó de señalar, mientras hacía su campaña por la primera magistratura de su país, que el gran beneficiado del TLCAN había sido México y que miles de estadunidenses habían perdido sus empleos porque las empresas decidieron trasladar sus operaciones a México. En este sentido, se espera que en breve comiencen las negociaciones de un tratado nuevo o de un TLCAN en el que todo aquello que molesta a Trump, sea eliminado.
El tema migratorio no es menos preocupante. Al proponer controles migratorios a través de un muro que “pagará México”, Trump agita las aguas en un tema complejo que evidentemente no se va a solucionar erigiendo barreras. Para complementarlo, Trump promete deportaciones masivas de indocumentados mexicanos, lo que ha generado temor en las comunidades de connacionales y de personas de origen mexicano que residen incluso legalmente en aquel país. Sin embargo, la postura de Trump es “música para los oídos” de su base de apoyo, con todo y que tanto en el Congreso de aquel país como a nivel municipal y estatal persisten críticas por lo que se considera simple populismo y que promete ser un tópico contencioso por la politización de que es objeto.
Esta estrategia contra la inmigración incluye también la prohibición por tiempo indefinido del ingreso al territorio estadunidense de refugiados sirios, y para que entren a su territorio personas provenientes de algunos países musulmanes, hasta que los procedimientos de averiguación de antecedentes puedan ser modificados para garantizar que quienes lleguen compartan los valores y el “amor por Estados Unidos” y, sobre todo, garanticen que no harán daño a ese país.
Vinculado con lo anterior, la seguridad es el otro vértice del triángulo de la relación bilateral donde el arribo de Trump a la Casa Blanca se perfila como complejo. No hay que olvidar que el ahora Presidente estadunidense busca “hacer a Estados Unidos grande otra vez”, lo que significa que desarrollarán previsiblemente, acciones punitivas contra aquellos flagelos que considere relevantes para la seguridad de su país, entre los que figuran la lucha contra el terrorismo -una vez más- y el combate de la delincuencia organizada. Con todo, es evidente que, desde el prisma de la seguridad es que Trump ve la relación bilateral con México, lo que anticipa desafíos enormes para las autoridades mexicanas, por lo menos, en los siguientes cuatro años.