“Momento Económico”
18 de Mayo de 2017
Si bien el estudio, análisis y comprensión de los asuntos internacionales siempre han sido importantes, puesto que los mismos, directa o indirectamente, inciden en el bienestar de los países, de los pueblos y de las personas, en el siglo XXI ello es mucho más evidente. Como la globalización ha conectado y vinculado, como nunca antes en la historia a todos los continentes, civilizaciones y culturas. Lo que hoy ocurre en una parte del planeta, de inmediato tiene repercusiones y consecuencias en los demás rincones del mismo. Esa incuestionable realidad hace necesario que todos tengan un razonable conocimiento del cambiante acontecer mundial, pues de lo contrario no se estará en posibilidad de comprender cabalmente los problemas que están afectando las vidas cotidianas, ni anticipar los retos y desafíos que se avecinan, o de estar en condiciones de promover y gestionar políticas públicas adecuadas para hacerles frente.
Baste señalar, por ejemplo, que los conflictos que ocurren en los distantes países del Golfo Pérsico productores de petróleo, inmediatamente repercuten en el aumento del precio de la gasolina y de muchos productos que diariamente se consumen en México. La crisis financiera que México sufrió entre 1994 y 1995 del siglo pasado, no tardó en contagiar, mediante el llamado “efecto tequila”, el desempeño económico de muchas otras naciones. Los ataques terroristas de 2001 contra Estados Unidos, súbitamente generaron temor e incertidumbre a nivel mundial, y derivaron en la imposición de fuertes medidas de seguridad que afectaron nuestras interacciones, traslados y viajes. De igual manera, tanto la crisis hipotecaria-financiera que se inició en Estados Unidos en el 2008 -que no tardó en convertirse en una grave recesión económica global-, como los actuales problemas que están confrontando varios países miembros de la Unión Europea –por ejemplo, tras el referéndum en la Gran Bretaña que derivó en la decisión de abandonar a la Europa comunitaria (BREXIT)-, han tenido un impacto nocivo sobre el crecimiento económico de la comunidad internacional en su conjunto, y han incidido negativamente en las expectativas, presentes y futuras, de tipo laboral, de emprendimiento empresarial, de desarrollo profesional, de estudios, de jubilación, de ahorro, etcétera de miles de millones de seres humanos. Los brotes epidémicos –como los que han ocurrido en Asia, África o México-, el imparable deterioro del medio ambiente que provocan industrias distantes, la explotación desmedida de los recursos naturales en varios puntos del planeta, la pobreza y la marginación en que vive la mayor parte de la humanidad, las migraciones forzadas que se registran en diversas latitudes geográficas, las drogas que se producen en unos países y se consumen en otros, la delincuencia organizada transnacional, que operan en distintos continentes, etcétera, son otros claros ejemplos que nos dejan ver que, en nuestra época, ya es imposible permanecer ajeno o/e indiferente a lo que sucede allende las fronteras. Se puede optar por ignorar lo que sucede, pero no por ello dejará de afectar a las sociedades.
Sin embargo y paradójicamente, al tiempo que el mundo se ha venido “reduciendo” cada vez más y se ha conformado lo que el canadiense Marshall Mcluhan denominó como “la aldea global”, existe un generalizado desconocimiento sobre las realidades y problemas internacionales. En el caso de México y a pesar de que su devenir histórico ha estado determinado, para bien o para mal, por factores externos, y de que se ha incorporado de lleno a las grandes corrientes internacionales del presente, basta repasar las encuestas (por ejemplo, México, las Américas y el mundo. Política exterior: opinión pública y líderes) que cada dos años publica el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), para darnos cuenta del profundo desconocimiento que los mexicanos tienen sobre el exterior y lo internacional.